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Pienso que vivo un tiempo de cambios radicales en mi vida. Mi pasado se ha ido como el espectador silencioso en la última fila de butacas del teatro; ha estado aquí pero se ha marchado ya sin decir nada.

Ahora me doy verdadera cuenta de quién soy, empiezo a reconocer los viejos trastos que tengo en el desván, ahora que los aparto, los valoro y los selecciono, por saber qué debo guardar y qué debo tirar para dejar sitio a los muebles nuevos. Me cuesta horrores tirar un sofá grande y pesado que nunca usaré. Cuando me sentaba sobre él sus muelles sueltos se me clavaban en las piernas. No creo que estos muebles ardan siquiera, pero me cuesta deshacerme de ellos porque sospecho vagamente que, haga lo que haga, algún día volverán a aparecer en el rincón polvoriento de mi cabeza donde siempre han estado.

Pienso que vivo un tiempo de cambios radicales en mi vida y que por difícil que me resulte debo formar una pira con todos los cacharros que me impiden empezar de nuevo, tomarme una copita, sentarme en un sillón nuevo, cómodo y grande, y ver como arden los malos recuerdos mientras amanece por el horizonte. Dar a mis cadáveres internos el funeral que se merecen.

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(c) Ángel M. Alcalá

Foto (c) Cécile Daurat

Foto (c) Cécile Daurat